Perinheri (I)

Perinheri (I)
Perinheri (I)NamePerinheri (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, Perinheri
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DescriptionEl autor original de esta obra, que también es conocida como «Hleobrant el enamorado», afirma que se trata de una historia legendaria conocida por toda Khaenri'ah. Sin embargo, como ya no hay nadie que pueda confirmar si esto es cierto, se ha convertido en la obra colectiva de varias generaciones.

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Esta historia tiene lugar en una época muy remota en la que, según cuentan, aún no había distinción entre aves domésticas y salvajes. En aquella época, el reino subterráneo era iluminado por una luna carmesí, y no por el sol oscuro que la iluminaría más adelante.
Dicho reino se encontraba en una ubicación muy particular a la que llegaban todo tipo de cosas de fuera de este mundo. Sus armas acababan con cualquier potencial desastre, pero ¿qué había de las demás cosas, como por ejemplo, un niño que viniera de un mundo destruido?
Uno de los sabios aconsejó al rey: “Oh, gran señor de la nobleza, le contaré la historia de otro mundo que una vez oí de un niño. Había una vez, unos habitantes del mar que creían que los dioses procedían del océano. Cada vez que encontraban a un náufrago, lo agasajaban de las mejores formas, pues pensaban que los dioses adoptarían ese aspecto para investigar el mundo de los mortales”.
El rey respondió: “No entiendo lo que quieres decir, pero en fin, haz como te plazca”.
(Naturalmente, en el reino no había un mar en el sentido convencional de la palabra. Sus fundadores habían presenciado cómo las montañas se tornaban borrosas bajo la radiante luz del sol, y también cómo la luz de la luna formaba diminutas ondulaciones en la superficie del mar, como si de una miríada de perlas se tratara. Sin embargo, en la época en la que tiene lugar esta historia, solo los forasteros y unas pocas personas que salían del reino por asuntos oficiales eran capaces de describir tales paisajes. Así pues, en realidad la palabra “mar” era una analogía del espacio en el que se reflejaban las estrellas.)
A la espera de que un dios —o un individuo que trascendiera a los dioses— llegara al reino desde más allá del susodicho mar, crearon una institución destinada a acoger a ese tipo de niños, y que desde entonces acogió tanto a los huérfanos del reino como a los niños abandonados del mundo exterior.

Los primeros recuerdos del joven Perinheri eran de cuando los adultos le pedían que cruzara cierto pasadizo. Se trataba de un camino lleno de hollín que servía como chimenea para los fuegos que se prendían durante el invierno, y que no contaba con una sola grieta por la que pudieran pasar el humo o la luz. Cuando Perinheri iba por él, solía tropezarse por la oscuridad, pero como estaba diseñado para que solo lo cruzaran niños, no dolía aunque se cayera, ni tampoco había telarañas desagradables.
Cuando Perinheri llegó al final del pasadizo, se encontró con que la salida estaba cerrada. Llamó a la puerta y unos adultos le preguntaron con total impasibilidad: “¿Estás muerto?”.
“¿Cómo iba a responderles si estuviera muerto?”, respondió Perinheri, lo cual no gustó nada a los adultos, que no dejaron de hacerle la misma pregunta hasta que él acabó gritando: “¡Sí, estoy muerto!”.
Los adultos volvieron a preguntarle: “¿Y qué has visto?”.
Tal vez inducido por el miedo, el hambre y el cansancio en el que le había sumido la oscuridad, Perinheri tuvo una visión: que la luna carmesí, suspendida en el oscuro cielo de la noche, se daba la vuelta para mostrar unos gigantescos y terroríficos ojos.
Los adultos abrieron la puerta, agarraron a Perinheri, que estaba cubierto de hollín, y le dijeron: “Has cruzado las llamas de los dos mundos en los que se encuentra la hoguera, y ahora renaces aquí”.

La luna carmesí se desvaneció y el sol oscuro salió y volvió a ponerse, pero ningún individuo trascendental llegó al orfanato del reino. De dicha institución salieron toda clase de personas, muchas de las cuales se convirtieron en grandes caballeros del reino. De hecho, Perinheri fue el claro líder de su época, a menos que le hicieran competir con su mejor amigo, Hleobrant.
Competían por la gloria y decidían quién era superior basándose en el número y el tipo de honores que conseguían, así como en la cantidad de copas de vino que bebía cada uno en los banquetes. Sin embargo, por alguna razón, su rivalidad dio un giro mortal.

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