Shiruyeh y Shirín

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Shiruyeh y Shirín (I)

Shiruyeh y Shirín (I)
Shiruyeh y Shirín (I)NameShiruyeh y Shirín (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
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DescriptionEl cuento sobre un genio que le cuenta una historia a un pastor bajo la brisa de la noche. No se sabe cuál es su origen, pero rebosa una gran imaginación.
“La siguiente historia se remonta a la era de Shiruyeh, el Rey de la Plaga. En aquel entonces, el rey vasallo aún no era conocido por la plaga de Shiruyeh, ni sus súbditos se habían dispersado a lo largo y ancho del mundo de la oscuridad, convertidos en bestias salvajes sin habla ni rostro”...
La genio de la Ciudad de la Dama Luna se detiene un momento y luego se estira, perezosa. Las monedas de color de plata como la luna tintinean en sus muñecas y tobillos, como si se quejasen del tambaleo del animal de carga.
“Por cierto, cuervecillo, ¿sabes lo que significa ‘Shiruyeh’?”.

“Humm... ¿Ridículo y despreciable?”.
El joven al que llama “Cuervo” responde despreocupadamente. Sufriendo bajo el calor del sol y la amenaza de arenas movedizas, lo que menos le interesa ahora son las historias de su compañera de viaje.
“Entre los nuestros, Shiruyeh es un nombre vergonzoso que se marca en la frente de los jefes exiliados y que solo se usa en insultos y maldiciones. Es una tradición nuestra... Pero seguro que otros pueblos tienen costumbres parecidas”.

“¡Jaja! El conocimiento de los mortales es como las dunas de arena, siempre vagando impulsadas por los vientos del tiempo. ¡Es muy extraño!”.
La respuesta superficial de Cuervo recibe una burla inesperadamente entusiasta como respuesta por parte de la genio.
“La verdad es que Shiruyeh significa ‘cachorro de león sin destetar’ en el idioma perdido. Su padre, el rey Parvezravan, llamó así a su hijo recién nacido. No sabía entonces que él, el rey vasallo que se llamaba a sí mismo ‘el espíritu de la victoria eterna’, acabaría despedazado a manos de su querido cachorro...”.

La genio se para un instante, cruza la mirada con el muchacho, como si temiese aburrir a su interlocutor, y luego prosigue.
“Pero hablemos de Parvezravan. La leyenda cuenta que, en los días en los que los mortales gobernaban como reyes vasallos, Parvezravan era uno de los más poderosos entre ellos...

Parvezravan no era el nombre real de este rey vasallo, de hecho. Los espíritus cuentan que se quedó huérfano de padre y de madre y que lo crio el pájaro gigante Ghoghnus en su nido. Le puso el nombre Kisra, que quiere decir, ‘el bautizado con un bello nombre’. Luego, aspiró a convertirse en un hombre poderoso y, con la ayuda del dios pájaro, fue adoptado por el rey vasallo Ormazd Shah y acabó convirtiéndose en sabio y héroe entre los mortales.

Las canciones de los pueblos del desierto, ahora extintos, contaban la historia de Kisra, que saqueó en nombre del rey vasallo Ormazd Shah hasta el último rincón de la tierra. Obligó a noventa y nueve ciudades a abandonar sus murallas de mortero y atalayas de bronce, derrotó a los líderes de noventa y nueve tribus nómadas y encadenó con grilletes de oro a noventa y nueve sabios eruditos, doctos en el conocimiento de las estrellas, y los condujo de vuelta a la orgullosa ciudad real de Gurabad como prisioneros.

En aquel momento, la tierra prometida de Valivija fue engullida por las furiosas arenas doradas, y uno de los tres dioses que aún vivían pereció. Durante más de un siglo de caos y confusión, los desperdigados pueblos mortales resistieron en las antiguas tierras vasallas hasta que nuestro señor al-Ahmar y el sabio Rey Viridiano reunieron a sus súbditos y reconstruyeron el oasis paradisíaco, con lo que la era dorada de los reyes vasallos llegó a su fin.

Retomando la historia anterior, la corona de Ormazd se fue volviendo cada vez más elaborada y pesada como resultado de las hazañas de Kisra, hasta que su propio cuello acabó siendo incapaz de soportar tanto peso. Por eso la tuvo que colgar en el centro de su salón con cadenas de oro.

El rey vasallo Ormazd Shah recompensó al joven Kisra por sus hazañas con el más alto honor. Le puso el apellido ‘Parvez’ a su hijo adoptivo y le prometió la mano de su hija Shirín. En los velados cantares de nuestra estirpe, ella es la hija mestiza del rey vasallo mortal Ormazd y de nuestra antepasada Lilúfar, por lo que tenía una sabiduría superior y estaba bendecida con una vida eterna. Además, tenía la capacidad de ver el futuro inmediato, como los sabios originales.

Si Kisra Parvez se hubiese detenido ahí, su reputación como héroe habría continuado intacta. Pero en un aciago día, el rey vasallo Ormazd y sus trescientos herederos murieron en Gurabad en una misma noche. Tras tan grotesco evento, Kisra ascendió al trono como único heredero e incorporó el sufijo ‘ravan’ a su nombre, con lo que se convirtió en el rey vasallo más poderoso de entre los mortales”.

“...”

La genio interrumpe la historia y mira hacia arriba, al sol rojo que se esconde tras las dunas de arena. Luego emite un agudo silbido para indicar al muchacho que detenga su animal de carga y que se prepare para acampar durante la noche bajo los ruinosos pilares de piedra.

“Hay gente que dice...”.
La genio se baja de su animal de carga y recorre la arena en círculos, de manera parecida a como lo hacían las antiguas bailarinas de Setaria, dejando que la primera luz de la luna recubra su piel translúcida con un brillo plateado. El olor de la mirra fluye en torno a sus numerosas trenzas mientras los cascabeles resuenan en la distancia.
Después, inclinándose levemente, se detiene sobre las puntas de los pies y ríe con suavidad.

“Hay gente que dice que la caída de la ciudad de Gurabad fue obra del héroe Kisra.
Hay gente que dice que, la noche en la que ocurrió la tragedia, aves malévolas y sin garras surgieron de la fortaleza y graznaron toda la noche sin pararse a comer ni a beber. Luego una plaga de ratas con cara humana asoló el castillo y royeron las cadenas de donde suspendía la corona, haciendo que cayese contra el suelo y quedara rota y deforme.
La gente dice que la corona causó tal estruendo al caer que incluso los felah, que faenaban amargamente la tierra lejos de la ciudad, temblaron de miedo ante ese tirano al que jamás habían visto.
Mucho tiempo después, se dice que un aventurero encontró los sótanos de Gurabad bajo las arenas doradas, y que allí yacían los restos, secos y mutilados, de Ormazd y sus herederos. Y que en cada uno de los resecos cadáveres encontró una inscripción antigua e ilegible...”.

“Espero que la historia te haya asustado”.
La genio observa con interés cómo el joven mortal bebe agua de una cantimplora.
“Las tribus del desierto controlaban estrictamente el instinto de beber agua y bebían con moderación. Pero las genios, como espíritus puramente elementales que somos, no sabemos qué es la sed, ni la satisfacción de comer hasta hartarse u otras extravagancias, como cantan las elegías sobre la antigua princesa Shirín”.

“Hablando de Shirín, la hija de nuestra antepasada Lilúfar. Su historia apenas empieza”...
La genio vuelve a sonreír, astuta, con los ojos de color ámbar y su rostro como el de la princesa del antiguo reino.

Shiruyeh y Shirín (II)

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Shiruyeh y Shirín (II)NameShiruyeh y Shirín (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, Shiruyeh y Shirín
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DescriptionEl cuento sobre un genio que le cuenta una historia a un pastor bajo la brisa de la noche. No se sabe cuál es su origen, pero rebosa una gran imaginación.
En aquel momento, la tierra prometida de Valivija fue engullida por las furiosas arenas doradas, y uno de los tres dioses que aún vivían pereció. Durante más de un siglo de caos y confusión, los desperdigados pueblos mortales resistieron en las antiguas tierras vasallas hasta que nuestro señor al-Ahmar y el sabio Rey Viridiano reunieron a sus súbditos y reconstruyeron el oasis paradisíaco, con lo que la era dorada de los reyes vasallos llegó a su fin.

“Sí, esta parte de la historia ya me la contaste”.
El tono del joven se torna impaciente mientras mira la luna llena en el cielo estrellado, observando la posición de los astros para determinar la ruta del día siguiente.
Pero la genio sabe que escucha su historia con interés y, aunque deja escapar un resoplido de orgullo, se siente enojada por la impertinencia del joven.
“¿Y cómo voy a saber si me estás escuchando, si los mortales son tan volubles y olvidadizos?”.

“Pero volvamos al tema. Según dicen las elegías, Shirín era la hija del héroe mortal Ormazd y de la ‘hija del nenúfar’, la genio Lilúfar. Shirín nació entre hojas de loto, rodeada por fragante rocío. Los ibis blancos la bendijeron, las cobras le ofrecieron pálidas perlas y los grandes y majestuosos cocodrilos se postraron ante ella.
Como genio venerable que era, Lilúfar realizó tres profecías antes de entregar a su hija al mortal rey vasallo: primero, que Shirín se enamoraría de un gran héroe y que el hijo nacido de su unión superaría a su padre; segundo, que muchos de los parientes de Shirín tendrían una muerte dulce y tranquila; y tercero, que Shirín tendría el reino de su padre para ella sola.
Después, Lilúfar le hizo tres advertencias a su compañero mortal: primero, que la alegría de la hija causaría las lágrimas del padre; segundo, que no compartiría mesa con su hija después de desposada; y tercero, que el descendiente de la hija sería un presagio funesto para el reino.

Sin embargo, el rey no hizo más que sonreír ante tales profecías y advertencias”.

“Y luego, el padre de Shirín ofreció su mano en matrimonio al gran héroe Parvezravan, con lo que se cumplió la primera profecía, ¿cierto?”.
Dice el joven, interrumpiendo la historia de la genio.

“Así es, aunque no es del todo correcto...”.
La genio toca la nariz del joven con la punta del dedo. Él se aparta, ruborizado, como si tuviese miedo de alguna maldición mortal que pudiese echarle. Este gesto inocente volvió a divertir a la genio.

“Cuando Shirín creció hasta tener uso de razón, la visión que había vaticinado su madre se convirtió en una especie de maldición constante. Dedicaba los días a esperar la ocasión de enamorarse de un héroe, de heredar el reino de su padre y de disfrutar de un futuro dulce y perfecto... que nunca llegaría.

A decir verdad, el matrimonio de Shirín con el héroe Kisra no fue feliz en absoluto... Al fin y al cabo, los héroes mortales son perversos y ambiciosos, y solo anhelan gobernar. Y la heredera de Lilúfar llevaba en la sangre el orgullo de las genios, por lo que no le resultaba sencillo soportar la jaula dorada del supuesto amor de un héroe mortal, así que no encontraba contento ni en el lecho ni en el hogar. Así que finalmente, de su vida desapasionada, aburrida y pútrida surgió un odio vívido, el mismo que sienten aquellos de su especie atrapados en un frasco de plata.

Después, en la noche del infame banquete, algunos viles sirvientes (magos del oasis de Mazandarán o los analfabetos felah) vertieron veneno de escorpión en miel almizclada y se la ofrecieron al rey vasallo Ormazd y a sus trescientos herederos. Luego vieron cómo se adentraban dulcemente en el reino de la muerte sin sueños, y se deleitaron con la sanguinolencia de la gente vil, dejando todo manchado de lágrimas de sangre...
Y aquella noche, la única que pudo disfrutar de sus sueños fue Shirín, a la que su padre había prohibido acudir al banquete, además de su reacio conspirador y esposo Kisra.
El nuevo rey ajustició a los viles regicidas ahogándolos en tinajas de miel, que fue llenando sus bocas maldicientes hasta callarlos para siempre.
Y de la boca del nuevo monarca no dejaban de brotar mentiras negras como sangre sucia, que acabaron mancillando el buen nombre de aquel héroe...
Con esto, se cumplió la segunda profecía.

Años después, Shiruyeh, el hijo de Kisra Parvezravan, creció adorado por su madre, que albergaba sueños de grandeza para él, pero su padre acabó desterrándolo de la orgullosa ciudad de Gurabad. Le obligó a cubrir su rostro y huir apresuradamente a caballo, y le prohibió volver a pisar la ciudad real. No hay duda de que a Parvezravan le aterrorizaba la advertencia de su suegra genio, Lilúfar. Y fue la cobardía nacida de la nostalgia lo que lo llevó a tomar esta decisión.
Es así que Shirín volvió a encontrar una oportunidad para su venganza en el miedo infundado del rey vasallo.

Una noche se disfrazó como una sacerdotisa del templo de la diosa de la luna y fue al encuentro de su hijo exiliado. Bajo la tenue luz de la luna, entre los lirios bañados por el rocío, le dijo al vagabundo enmascarado esta falsa e ilusoria profecía:
‘¿No es la tiranía del padre el mayor infortunio para el hijo pródigo? Reinarás allá donde brille la luna, tú, que eres su favorito, y cualquier semilla que plantes florecerá. Si la luna te otorgó buen arco y afilada espada, ¿por qué temes a ese cobarde que ocupa el trono? ¿Por qué no reúnes coraje para enfrentarte al odio y a tu propio semblante?’.
La leyenda cuenta que Shiruyeh vacilaba, indeciso, cuando una racha de viento nocturno le arrebató a Shirín el velo con el que ocultaba su cara.
Al ver aquel rostro familiar, al joven, obligado a cubrir su cara, se le partió el corazón de miedo y de vergüenza, y huyó confundido y aterrorizado del templo mancillado, dejando como testigos horripilantes una risa suave y cristalina y la lóbrega luz de la luna”.

“A partir de aquí, la historia continúa sin demasiado lustre: el rey vasallo Parvezravan murió apuñalado en su propio lecho por su hijo enmascarado, tras lo que quedó una mancha de sangre indeleble en su cama adornada con zafiros y cuernos dorados.
La elegía de las genios dice que tras cometer este traicionero crimen, Shiruyeh se confesó ante su madre Shirín llorando amargamente. Pero ella no lo regañó, sino que lo recibió con un abrazo, le retiró la máscara de latón que simbolizaba su exilio y selló su bendición con un beso.

Durante su reinado, Shiruyeh se vio continuamente atormentado por unas pesadillas inextricables y al final, en una noche de deambular frenético, cayó en un profunda y oscura grieta que se abrió en la tierra y desapareció sin dejar rastro. Después, una gran plaga surgió de la grieta y devoró a la mitad de las almas de Gurabad, dejando el reino devastado, sin gobernante ni sirvientes, enterrado gradualmente bajo las insaciables arenas.
Los supervivientes que se desperdigaron por el mundo bautizaron a esta calamidad como la “Plaga de Shiruyeh”, que fue la recompensa que se ganó este déspota durante su breve y ridículo reinado.

En cuanto a la madre, Shirín, acabó cumpliendo la tercera profecía de Lilúfar: ella y su descendiente lograron la libertad verdadera en un reino asolado por la venganza, y se convirtió en un espíritu malvado que anuncia la muerte a los engreídos y vanidosos.

Hay quien dice que Shirín acabó sometida por nuestro señor al-Ahmar, que la aprisionó en una exquisita botella encantada de plata. Otros afirman que sigue vagando por el desierto, atormentando a los aventureros con exceso de confianza y buscando sin descanso al hijo amado que perdió en la oscuridad del mundo...”.
La genio sonríe orgullosa tras terminar la historia de forma tan dramática.
Y ahora, con la luna ya alta en el cielo al igual que en los tiempos pretéritos en que el desierto no era desierto, es el momento perfecto para que la sacerdotisa ofrezca un sacrificio viviente.

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