La canción de Erinias (I)

La canción de Erinias (I)
La canción de Erinias (I)NameLa canción de Erinias (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La canción de Erinias
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DescriptionLa historia de cómo el emisario del rey Remo fue a ver a Erinias para pedirle el agua y la tierra del Castillo Armórica, y de cómo le pidieron que se sometiera a la Symphonia Capitolii, o “melodía armónica eterna”.

Item Story

Capítulo VI
Sección VII
La historia de cómo el emisario del rey Remo fue a ver a Erinias para pedirle el agua y la tierra del Castillo Armórica, y de cómo le pidieron que se sometiera a la Symphonia Capitolii, o “melodía armónica eterna”.

Puesto que ya se ha dicho mucho al respecto, aquí no hablaremos ni de las nobles hazañas del justo caballero Otkerus de Renania, ni de cómo combatió contra un dragón escupeveneno.
Lo que vamos a relatar es la historia de Erinias durante aquella época.

En aquellos tiempos, Erinias venció a los príncipes de los Condados Bellouacoi, Atrebatis y Viromanduo, y aceptó su rendición.
Por eso, las gentes de los territorios antes reinados por esos príncipes comprendieron con claridad cómo era la gracia de la Maestra de Todas las Aguas y acataron su gobierno con devoción.
Para conmemorar tal honestidad y sabiduría, se celebró en Armórica un festín que duró ocho días consecutivos, y al que fueron invitados todos los habitantes de la ciudad independientemente de su clase social.

Un día, llegó inesperadamente un compositor, emisario del emperador Remo del Capitolio, para transmitir un mensaje.
No le acompañaba ningún guardia o sirviente, sino que vino él solo a caballo con unos fasces decorados con abejas de oro que simbolizaban su cargo de emisario imperial.
A nadie de los allí presentes le agradó su presencia, y si no le impidieron hablar fue únicamente porque respetaban a su líder, Erinias.
Cuando el emisario vio a Erinias, primero le deseó paz y tranquilidad. Luego le extendió las más formales cortesías y, finalmente, le explicó la razón de su visita:

“En nombre del excelentísimo emperador Remo, soberano de todos sus súbditos bajo el cielo, permítame extender mis saludos a su corte.
Que su don para distinguir entre el bien y el mal no desaparezca nunca a pesar de la ira. El rey Remo le pide dos regalos como tributo legítimo.
El primero es el agua, pues el agua más pura puede disolver todos los pecados. Y el segundo es la tierra, pues una tierra firme será capaz de resistir la erosión que se avecina.
Así pues, el emperador Remo les exige a usted y sus súbditos entregar el agua y la tierra. Si osan incumplir esta petición, la destrucción caerá sobre todos ustedes”.

Al escuchar lo que dijo el emisario del rey Remo, Sir Guillaume de Gellone enfureció de ira y sacó de su cintura su afilada y brillante Sacroespada Narbonnais:
“Oh, ¡¿cómo se atreve a hablar de ese modo?! Sus amenazas son un insulto contra todos los caballeros aquí presentes.
Si intenta insultar a mi señora, a quien he jurado proteger, ¡no vacilaré para decapitarle de una sola estocada!”.
Entonces, muchos caballeros destacados, como Blancandrín y su compatriota Marsilio, sacaron sus espadas uno tras otro.

La caballera Erinias, cuyos ojos brillaban como las estrellas, ordenó a todos los caballeros que no hicieran daño alguno al emisario de los capitolianos.
“Oh, noble emisario, dígale al emperador Remo que solo nos arrodillaremos ante una persona en este mundo.
Solo la misericordiosa Maestra de Todas las Aguas, aquella que carga con nuestro pecado, es la soberana más digna y grandiosa que existe.
Ningún otro dios o rey puede comparar su nombre con el de nuestra maestra, pues ella es la más brillante y bondadosa”.

Al oír las palabras de Erinias, el emisario dijo ante todos los señores y caballeros:
“Cuando el emperador Remo no gobernaba todo este territorio, la guerra, las plagas, el hambre y los desastres eran el pan de cada día.
Bajo el glorioso gobierno de Symphonia, la paz se ha instaurado entre quienes antes luchaban entre sí, y eso es un acto de sabiduría.
Si no, cuando el agua cubra nuestras cabezas, ¿quién llorará nuestra muerte? Cuando nos encontremos en un momento de necesidad, ¿a quién pediremos ayuda?
Entre los valientes de todas las naciones, ¿quién se ha liberado de la ignorancia y la superstición? ¿Quién escucha los gritos de los débiles?
Las órdenes del rey son piadosas, no malintencionadas. Él espera que todo el mundo pueda salvarse, y que nadie quede hundido bajo el agua”.

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