El viajero del tiempo (III)

El viajero del tiempo (III)
El viajero del tiempo (III)NameEl viajero del tiempo (III)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, El viajero del tiempo
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DescriptionUna novela de ciencia ficción de Fontaine publicada por «El Pájaro de Vapor». Cuenta la historia de un ingeniero que viaja utilizando una máquina del tiempo.

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Era una estela cuadrada, cada fila y cada columna inscritas con siete caracteres simétricos. No obstante, no era escritura de Remuria, sino la que usamos hoy en día. Sin importar cómo se leyeran, el mensaje del texto siempre era el mismo: un elaborado acertijo en el que intervienen el perro, el pasto, el pinzón de plumas azules, la lluvia de verano, el canto de las rosas, las motas del caracal patilludo, y el orden de las texturas de las rocas. Siempre fui un apasionado del juego de palabras, pero a pesar de ello, este acertijo en bucle me provocaba una sensación de vértigo. De alguna manera, me di cuenta de que tenía que resolverlo costase lo que costase. Al final, logré descifrarlo junto a Aidia en seis meses. La clave para descifrarlo se hallaba en el nombre de un esclavo que había fallecido hacía treinta años, y la solución era una fecha que apuntaba a cientos de años después de la caída del imperio.

Me despedí de Aidia, subí a la máquina del tiempo y viajé hacia esa fecha concreta. Con la esperanza de descubrir el secreto que escondía aquella estela de piedra, me encontré con varios Cazadores Fantasmales que me mostraron otra estela. Esta tenía inscrita otros cuarenta y nueve caracteres simétricos que formaban otro acertijo. Sin embargo, su respuesta apuntaba a una fecha aún más lejana en el futuro.

Viajé unas tres veces al pasado y al futuro siguiendo las indicaciones de dichas estelas. Los acertijos se volvían cada vez más complicados de resolver. La pista para descifrar uno de ellos procedía de una novela romántica de pobre calidad publicada trescientos años después, y la quinta palabra de la página treinta y siete de ese libro resultó conjugarse con el nombre completo del agente n.º 375 de la Oficina Judicial, numerado hace trescientos setenta y cinco años. Otra pista para descifrar el acertijo se encontraba en una flor blanca que se abrió miles de años después. No conozco el nombre de esa flor, y la forma de sus pistilos era de lo más extraña. Tal vez sea alguna especie de malva, pero no estoy seguro... Esta flor se alimenta del canto de las alondras, así que una de las pistas es el número de costillas del pecho de una alondra que vivió durante el periodo de Remuria. Así es más o menos como funciona el acertijo.

La última estela de piedra provenía del almacén subterráneo del Museo Conmemorativo Basil Elton y solo tenía un único carácter grabado: el número cero.

No estoy seguro de lo que estaba pensando cuando configuré el destino a cero. Sabía que no tenía sentido, pero aun así ingresé ese número en la máquina y tiré de la palanca. No sé cuánto tiempo pasó hasta que la máquina se detuvo de nuevo, pero ya estaba suspendido sobre un mar sin olas, donde ni siquiera el viento existía. El cielo que se cernía sobre mí ya no era azul, sino de un rojo oscuro indescriptible, salpicado de innumerables estrellas lejanas y pálidas, como si fueran escarcha de sal depositada en la orilla.

Permanecí contemplando el mar en su estado original, y así pasaron varios minutos antes de que me diera cuenta de que algo se ocultaba bajo la tranquila superficie. Era el Palacio Mermonia, que claramente no debería estar allí.

En ese momento, oí que alguien me llamaba por mi nombre: Crick Neven. Miré hacia atrás, como si me mirara en un espejo, y me encontré con un hombre que se parecía mucho a mí. Nuestros ojos se encontraron y su mirada revelaba tanto asombro como la mía.

“Crick Neven... Quieres conquistar el tiempo, pero nadie puede conquistar el tiempo”.

“¿Fuiste tú quien dejó esos acertijos?”.

“¿Fuiste tú quien dejó esos acertijos?”, repitió mi pregunta como si tratara de responderla con una afirmación. “Esos acertijos son partes del tiempo... Todos esos caracteres simétricos forman parte del tiempo”.

“Y por eso, la respuesta final del tiempo es cero”.

“No obstante, cero tampoco es la respuesta, sino otro enigma más, porque las respuestas nunca salen a luz”, dijo. “El tiempo es un espejo de la respuesta, o mejor dicho, el espejo es la respuesta más fácil de comprender. Cuando dos espejos están uno frente al otro, se refleja una luz indefinida entre ellos, y esto es el tiempo. Un número infinito de luces divergentes, convergentes y paralelas forman la ilusión llamada tiempo, en la que no hay pasado ni futuro, porque el pasado es el futuro. Cuando uno se sitúa en el tiempo cero y mira hacia adelante a través del espacio entre los dos espejos, todas las trayectorias de la luz se encuentran en el mismo plano, y ningún rayo de luz puede escapar de él. El Palacio Mermonia se hundió mucho antes de ser construido, y el Palacio Mermonia que se hundió volverá a construirse. La risa, la tristeza, el llanto y la muerte se repetirán innumerables veces, porque esa es la naturaleza de los espejos. Nunca podrás conquistar el tiempo, al igual que no podrás atrapar tu propia sombra con la mano”.

Tal vez por pánico o por un frenesí momentáneo, cuando pronunció su última sílaba, saqué mi pistola de defensa y apreté el gatillo hacia su cabeza.

La sala se sumió en el silencio.

“No pretendo hacerles creer lo que digo”. Crick se levantó y nos escudriñó con la mirada. “Pueden pensar que todo esto son locuras que me inventé para encubrir mi fracaso en la construcción de la máquina del tiempo o una historia poco convincente, o quizás un sueño que surgió de una completa alucinación. En fin, si me disculpan, caballeros, tengo que ir a dejar acertijos para mi yo del futuro”.

Aquella fue la última vez que vi a Crick Neven.

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