Fábulas del ganso nievealado (I)

Fábulas del ganso nievealado (I)
Fábulas del ganso nievealado (I)NameFábulas del ganso nievealado (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, Fábulas del ganso nievealado
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DescriptionUn pequeño libro de cuentos muy popular en Fontaine. Su hermosa portada ha hecho creer a más de un niño que el libro había sido escrito por el legendario y bondadoso ganso nievealado.

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El pingüino Pers

Cuenta la leyenda que en el lejano sur existe un mar helado donde viven los pingüinos.
Los pingüinos son un grupo de damas y caballeros rechonchos, cuyos cuerpos de color blanco innatamente rollizos están revestidos con unos esmóquines negros. Por tierra caminan a trompicones y no pueden volar, pero en cuanto se lanzan al suelo helado, se deslizan por él con su redondita barriga hasta llegar al mar, donde de repente se convierten en unos fantásticos nadadores. Gracias a sus gruesas alas y un cuerpo aerodinámico, pueden nadar sin ninguna dificultad en el mar.
Muchos niños saben todas estas cosas acerca de los pingüinos, pero solo los niños a los que les encanta este animal se lo saben de memoria.
Lo que no saben los niños es que todos los pingüinos proceden de más allá de la lejana y desconocida bóveda celeste. En el pasado, sus aletas les sirvieron para volar por el universo en grandes bandadas, y su piel lisa reflejaba la luz de las estrellas. Desde jóvenes gigantes rojas hasta enanas blancas de luz azul a punto de morir, pasando por la galaxia espiral de Orión y la brillante puerta de Tannhäuser, los pingüinos recuerdan todas sus travesías y expediciones.
Más tarde, quizás por una catástrofe ocurrida en el lejano cosmos, o por una pelea entre familias, algunas de estas familias se separaron del grupo mientras volaban entre las estrellas y acabaron aterrizando en el mar helado que hay al sur del continente de Teyvat. Así fue como se convirtieron en los primeros pingüinos de este mundo. Los pingüinos de aquel entonces no sabían ni volar ni nadar. Al caer en tierra, perdieron la capacidad de volar en espacios de gran condensación, así que mucho menos podían nadar. Fue así hasta que nació el legendario Pers, el primer pingüino nadador.

Igual que muchos jóvenes pingüinos, Pers pensó una vez mientras contemplaba el estrellado cielo azul: “¡Qué bueno sería poder volar libremente como nuestros ancestros!”.

Entonces, decidió que aprendería de las aves para volar.
Al principio, buscó a una fregata, el ave de mayor tamaño que conocía, la cual le dijo a Pers: “Jeje, ¡eso es muy sencillo! Te enseñaré a volar si me traes treinta peces”.
Entonces, Pers pasó cincuenta noches recogiendo trescientas caracolas en una playa bañada por la radiante luz de la luna. Luego se las intercambió por treinta peces a una ballena gigante que vivía en el mar.
Al día siguiente, la fregata se comió los treinta peces de un bocado y salió volando, tras lo que le dijo a Pers en tono de burla: “La clave para volar consiste en ser muy ligero. ¡Deberías empezar perdiendo peso!”.
Perder peso no sería complicado, pero “Si un pingüino pierde su grasa, ¿puede seguir llamándose pingüino?”, pensaba Pers.
Todos los niños saben que, desde entonces, la gente llama “ladronatas” a las fregatas por su avaricia y sus artimañas.

Entonces, Pers pidió ayuda a los gaviones, pero solo le contestaron con ruidos estruendosos y no fueron capaces de darle una conclusión unánime. Es más, los gaviones se pusieron a discutir entre sí. Al final, algunos de ellos se enfadaron tanto que se negaron a volver a volar, de modo que acabaron degenerando en álcidos, pero esa es otra historia.
Así pues, Pers acudió a los petreles. Sin embargo, estas orgullosas aves no le enseñaron los fundamentos de vuelo, sino técnicas que jamás podría poner en práctica, ya que habían observado que, si Pers ni siquiera era capaz de planear, nunca podría bailar en medio de una tempestad.

Entonces, Pers regresó a la orilla del mar decepcionado. Al contemplar la serenidad del mar nocturno, se percató por primera vez de que el reflejo de las estrellas en la espuma se asemejaba al de las estrellas de su hogar natal. Así pues, no dudó ni en un segundo en lanzarse al vasto y profundo mar.
Tras un breve periodo de adaptación, Pers aprendió a volar en el mar. ¡Sus gruesas aletas y su cuerpo aerodinámico estaban hechos para planear y dar giros a toda velocidad!
Así fue como Pers se convirtió en el primer pingüino nadador. Después de él, muchos otros también se armaron de valor para lanzarse al mar e, igual que sus antepasados, explorar, jugar y buscar alimento entre la luz de las estrellas.
Tras las hazañas de Pers, los demás pingüinos se acostumbraron a la vida en el mar y poco a poco olvidaron todos sus recuerdos relacionados con el universo. Ni siquiera en sueños volvieron a ver aquel espacio infinito. De esta forma, los pingüinos quedaron atados a la tierra y el mar para siempre jamás.

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