La caída de Remuria (II)

La caída de Remuria (II)
La caída de Remuria (II)NameLa caída de Remuria (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La caída de Remuria
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DescriptionSe rumorea que durante los primeros años tras la fundación de Fontaine, el prestigioso investigador Pulteney escribió una magnífica obra sobre la antigua civilización de Remuria.

Item Story

Grandeza y gloria a Remuria y a su gobernante inmortal, Remo, rey de todo lo que hay bajo el cielo y afinador universal. Hoy en día, el glamur y el lujo de la antigua Ciudad Eterna están más allá de la imaginación incluso de los eruditos más entendidos.
Al pasar junto a los pilares del océano por el camino real hacia el gran puerto del barco imperial Fortuna, lo primero que se veía era una elevada torre. La torre de Remuria no se construyó para recibir oráculos celestiales, sino para guiar a los barcos que viajaban entre islas en el Supramar. Se dice que la torre se encontraba en la frontera entre la realidad y los sueños. Incluso si los marineros se dejaban llevar por sirenas, podían seguir el sonido de la campana para atravesar la niebla y encontrar el camino a Remuria.
Continuando por el camino real se llega a Machimos, donde vivían los valientes guerreros de Remuria. Los grandiosos templos y arenas se construyeron con enormes rocas talladas para conmemorar la gloria y la victoria de la ciudad. Las sólidas y altísimas murallas estaban decoradas con cristales y oro. Las estatuas de bronce y mármol adornaban el terreno. Oro, especias y todo tipo de cosas bonitas de todo el mundo se amontonaban en los mercados.
Al atravesar Machimos se llegaba al Capitolio, el centro de Remuria y lugar rebosante de deliciosos aromas y bellas melodías. Era un paraíso para los artistas, donde solo se admitía a los intelectuales y músicos más destacados. Sin embargo, incluso entre ellos, solo una pequeña fracción gozaba del privilegio de servir al rey divino. Aquí, todos los teatros y palacios se habían construido con las formas más armoniosas, y los pilares y cúpulas estaban adornados con las esculturas más hermosas y elaboradas. En el centro de estos edificios se hallaba un palacio dorado construido con pilares de bronce altos como montañas. El rey, que descansaba apaciblemente en el corazón del palacio, escuchaba atentamente cada serenata y cada nota procedente de todos los rincones del imperio. Al oír cualquier discordia, el rey divino la corregía inmediatamente con un toque de sus cuerdas, aportando perfección a la sinfonía de su imperio.
Para evitar que los habitantes del Supramar destruyeran la serenata de la armonía universal, el rey Remo ascendió a cuatro humanos de gran capacidad para que ocuparan altos cargos. Compartió su poder y autoridad con ellos, convirtiéndolos en sus socios de gobierno para así eliminar todos los sonidos discordantes: los afinadores.
Para difundir la armoniosa sinfonía por todo el mundo, construyó canales de gran alcance que transportaran las melodías como ondas que fluían desde el Capitolio hasta todos los rincones del Supramar.
Sin embargo, ni siquiera los dioses podían desafiar el decreto del destino, y tratar de escapar al juicio destinado era un pecado mortal. Entre los pecados del rey divino, el más terrible fue el intento de traspasar a los humanos un poder que debería haber estado reservado al dominio de los dioses. Así, este poder condujo a la corrupción y la decadencia, provocando violencia y revueltas.
Tal es la astucia del destino que utiliza los mismos poderes que se rebelan contra él para sus propios fines. Cuando llegó el día predestinado, Remuria, la gran ciudad inmortal, se enfrentaba a un final inevitable. Hoy, la melodía del rey divino solo resuena en el Capitolio, pues su reinado de poder ha terminado.
Así, los escritores antiguos coincidían en lo mismo: “Los océanos se elevarán, los imperios caerán, y la única constante será el cambio”.

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