Las enseñanzas del bosque (II)

Las enseñanzas del bosque (II)
Las enseñanzas del bosque (II)NameLas enseñanzas del bosque (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, Las enseñanzas del bosque
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DescriptionUna biografía escrita por un antiguo erudito de Sumeru. En ella se relatan las hazañas de la gran Reina de las Plantas en la época de la gran catástrofe.

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Item Story

Siguiendo las luces y sombras veteadas, ella llegó a un bosque que parecía haber sido destruido mucho tiempo atrás. A cada paso que daba, mil lotos nilotpala florecían tras ella. Todos los desastres, incendios, muerte y destrucción retrocedían ante su grandiosa sabiduría. Flores perfumadas brotaban de nuevo en medio de parajes agonizantes, y siguen siendo hoy tan abundantes como la grava del Valle Ardravi. Hasta los huracanes se convertían en simples bocanadas de aire con su cantar, agitando los cascabeles que resonaban en su solapa con un elegante trinar. Espíritus mensajeros, genios, humanos y criaturas salvajes se regocijaron y alabaron su nombre, pues ella era la más venerable y misericordiosa.

En las profundidades del bosque, recogió plantas para usar como armas, recogió flores para crear su corona y hierbas para tocar su karnay, con el que interpretó una insuperable melodía. En un instante, hordas de crueles soldados de la oscuridad quedaron reducidas a polvo y se disiparon en el vacío para no regresar jamás. Enjugó las lágrimas de las criaturas del bosque y curó sus heridas con la misma suavidad con la que la brisa marina acaricia la arena a su paso, como una enviada a un Oasis Eterno en un tiempo remoto.

Pero la tierra todavía yacía devastada, las bestias y espíritus malévolos habían devorado su corazón y habían hecho de ella su morada: una cueva oscura en la que no brillaban ni el sol ni la luna. Su más valioso tesoro era el polvo, su manjar más valorado, el lodo; se mostraban cubiertos de plumas como las aves, pero eran incapaces de alzar el vuelo. A pesar de todo, ella decidió que acudiría a aquella oscura cueva y se adentraría en aquel lugar invadido por la malicia del que nadie logró escapar, para continuar este viaje rebosante de misericordia y pureza del que no regresaría nunca más.

Se adentró a solas en aquel corazón vacío y tocó ligeramente su rostro eterno. Así, se convirtió en la inmortal Gaokerena y en la propia tierra. Cada brizna de conocimiento espiritual y cada brote de hierba encierran su férrea e inmarcesible voluntad. Un bravío mar de flores la rodeaba, brillante como el jade, fragante como las rosas, esplendoroso como las vestimentas celestiales. Entonces, cientos de pájaros cantaron en torno a ella, alabando su nueva vida, como cuando los mortales se desprenden de su ropa vieja y la cambian por otra nueva, como cuando se deshacen de sus ataduras y ascienden al templo de la eternidad.

Item Story (Alt)

Siguiendo las luces y sombras veteadas, llegó a un bosque que parecía haber sido destruido mucho tiempo atrás. A cada paso que daba, mil lotos nilotpala florecían tras ella. Toda catástrofe, incendio, muerte y destrucción retrocedía ante su grandiosa sabiduría. Flores perfumadas germinaban una vez más en medio de parajes agonizantes, y siguen siendo hoy tan abundantes como la grava del Valle Ardravi. Hasta los huracanes se convertían en simples bocanadas de aire con su cantar, agitando los cascabeles que resonaban en su solapa con un elegante trinar. Espíritus mensajeros, genios, humanos y criaturas salvajes se regocijaron y alabaron su nombre, pues ella era la más venerable y misericordiosa.

En las profundidades del bosque, recogió plantas para usar como armas, recogió flores para crear su corona y hierbas para tocar su karnay, con el que interpretó una insuperable melodía. En un instante, hordas de crueles soldados de la oscuridad quedaron reducidas a polvo y se disiparon en el vacío para no regresar jamás. Enjugó las lágrimas de las criaturas del bosque y curó sus heridas con la misma suavidad con la que la brisa marina acaricia la arena a su paso, como una enviada a un Oasis Eterno en un tiempo remoto.

Pero la tierra todavía yacía devastada, aquellas perversas bestias y espíritus habían devorado su corazón y habían anidado en el hueco que dejó: una cueva oscura en la que no brillaban ni el sol ni la luna. Su más preciado tesoro era el polvo, su manjar más valorado, el lodo; aunque cubiertos de plumas cual aves, eran incapaces de alzar el vuelo. Así pues, ella pidió un deseo, y juró que acudiría a las recónditas cortes corrompidas y putrefactas, y se embarcó en su periplo para purificar la tierra baldía.

Espíritus mensajeros, genios, humanos y criaturas salvajes vieron cómo se adentraba en el corazón hueco del mundo mortal, apenas rozando su rostro imperecedero. Así, con cuanta bondad, paz y sabiduría había agraciado al mundo, se convirtió en la inmortal Gaokerena y en la propia tierra. Fue entonces cuando brotaron los lotos inmaculados. Un bravío mar de flores la rodeaba, resplandeciente como el jade, fragante como las rosas, esplendoroso como las mismas vestimentas celestiales. Entonces, cientos de pájaros entonaron su canto en torno a ella, alabando su recobrada juventud. Los años perdidos por los niños de la humanidad se habían marchado para no volver, como el viento que sopla a su paso entre los árboles de un bosque. Pero ella regresó pese a todo, y honró al mundo una vez más con su deslumbrante divinidad, igual que ya hiciera al principio, cuando sembró las primeras semillas en el vasto mar de arena. Tal y como reza el salmo:

El camino, enderezado tiempo ha por vía de un gran voto, el de resquebrajar cadenas y aliviar congojas, y tener certeza de todo.
Por el auspicio de su luz radiante, enemigos y demonios huían. Y entre el humo putrefacto brotó la divina sabiduría.
Contemplen la sabiduría que regresa, gloriosa albura nunca obnubilada. Como el sol cruzando las alturas, como la luna surcando la bóveda estrellada.
Los lotos profusos florecen, irradiados de sapiencia. En este devoto edén elevo este himno en ofrenda.

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