Las mil noches (V)

Las mil noches (V)
Las mil noches (V)NameLas mil noches (V)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, Las mil noches
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DescriptionUna antología de relatos compilada por un erudito itinerante que viajó por la selva, el desierto y la ciudad en la época de la gran catástrofe. Dicen que la obra original contenía una infinidad de cuentos, pero lo que nos ha llegado hasta hoy no es más que una pequeñísima parte.

Item Story

El cuento del espejo, el palacio y la soñadora

Noche tras noche, ella soñaba con un palacio lejano. En su intrincado interior había innumerables esquinas, pórticos y pasillos, y en cada esquina, un espejo de plata con marco dorado colgado de la pared. Se dice que el rey tardó 200 años (seis años más, si se tiene en cuenta el cómputo temporal de aquel entonces) en diseñarlo. Cuando se sentaba en el trono, solo tenía que dirigir la vista a un espejo cualquiera para que, siguiendo la ingeniosa trayectoria de la luz reflejada, pudiese atisbar cualquier rincón de su reino. Pero cuando ella miraba en su sueño a los espejos, lo único que atisbaba era una imagen borrosa de sí misma. Una joven enmascarada vestida de finas sedas y adornada con lujosas joyas, caminando por los opulentos pasillos como la calima bajo el sol abrasador. Supo entonces qué propósito tenía, aunque pareciera extraño: librar audiencia con ese rey para contarle algo. Algo que alguna fuerza irresistible le obligaba a querer decir, pero que, cada vez que se despertaba sobresaltada en su lecho, se quedaba atrapada entre los complejos juegos de luces de los espejos.
Año tras año, ella intentaba sin éxito encontrar el camino al trono en sus sueños, claros como el día. Y nunca consiguió ver el rostro del rey buscado. La joven perdida entre espejos era ahora una bruja famosa, pero todavía esos momentos de sueño robados, esos fogonazos de lucidez inconsciente, esos pensamientos fantásticos se aferraban a su mente con mano de hierro. Un día, la gran bruja descubrió una pista que por fin podría conducirla a ese reino lejano. Abandonó sin pensarlo todo lo que cualquiera consideraría precioso y emprendió el viaje ella sola. Atravesó parajes moteados por la luz de la luna, discurrió por valles en penumbra y se adentró en la espesura hasta que, por fin, alcanzó el reino de sus sueños. Pero ay, un descomunal incendio redujo la ciudad a cenizas hace siglos, y el otrora próspero reino hace mucho que desapareció. Justo como dice el poema:

La brisa matutina expira y se olvida,
las voces callan, cae la penumbra,
solo hay pináculos, tristes relumbran
sobre la tierra desierta en la noche baldía.

Entró en el palacio devastado y recorrió sus ruinas. Los espejos de marco dorado habían sido hechos añicos tiempo ha, sus fragmentos tirados sobre el polvo reflejaban la fría luz de la luna. El palacio no era ni tan extraño ni tan intrincado como el de sus sueños. Tras recorrer solo unos pocos pasillos y recodos se plantó en la sala del trono. Era una sala circular con cientos de espejos colgando de sus paredes de piedra, aunque la mayoría habían corrido la misma suerte que aquellos en los pasillos. Sin darse cuenta, la bruja caminó lentamente hacia el trono, desocupado durante siglos, y se sentó en él. Entonces dirigió su mirada a uno de los pocos espejos que quedaban intactos.
En él se reflejaba una joven enmascarada vestida con finas sedas, caminando entre los opulentos corredores. Detrás de ella, los espejos, intactos, mostraban miles de reflejos de ella.
Entonces levantó la cabeza, sobresaltada, para ver a esa joven ante ella, mirándola en silencio y con una expresión de dolor inimaginable en su mirada. Apenas abrió la boca para decir algo, cuando la joven sacó una daga y se la clavó en el corazón. Del filo del arma brotó en silencio un brillo de rosas carmesíes, y las llamas se prendieron a su alrededor, devorando una vez más la sala que ya quedara destruida por el fuego siglos atrás.
Una sonrisa de perplejidad, sorpresa y alivio se dibujó en su cara cuando la joven se quitó la máscara para revelar el rostro de la misma bruja, con los labios temblando ligeramente.
Esta vez, la bruja por fin pudo escuchar las palabras de su interlocutora. Palabras que habían quedado perdidas durante décadas y siglos en este sueño laberíntico y este atardecer desconcertante. Era una historia, contada por ella y para ella, que se reflejaba en miles de esquirlas de plata, resonando para siempre entre ellas...

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