Las mil noches (I)

Las mil noches (I)
Las mil noches (I)NameLas mil noches (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, A Thousand Nights
RarityRaritystrRaritystrRaritystrRaritystr
DescriptionUna antología de relatos compilada por un erudito itinerante que viajó por la selva, el desierto y la ciudad en la época de la gran catástrofe. Dicen que la obra original contenía una infinidad de cuentos, pero lo que nos ha llegado hasta hoy no es más que una pequeñísima parte.

Item Story

La historia de los seres sin sombra

Había una vez unos seres sin sombra que habitaban esta tierra.
Vivían con austeridad y desconocían todo aquello que pudiera existir más allá de las fronteras de su territorio.
Así continuaron sus vidas, hasta que un día un aventurero los descubrió. Los seres sin sombra se extrañaron al percatarse de que una especie de seguidor callado y leal iba con él a todas partes. El aventurero también quedó boquiabierto al descubrir la existencia de una comunidad de seres que no proyectaban una sombra cuando la luz del sol se posaba sobre ellos.
“Ni en sueños habría hecho un descubrimiento de este calibre”, dijo el aventurero.
“¿Sueños? Nosotros hace mucho que no soñamos”, le respondió uno de los seres sin sombra. Entonces añadió: “Nuestros mayores nos dijeron que ya se han soñado todos los sueños posibles”.
“Las sombras de las personas esconden los secretos de sus almas”, dijo el aventurero. “Quizá hubo un tiempo en el que sí tuvieron sombra, igual que antiguamente eran capaces de soñar.
Suponiendo que realmente así fuera, ¿dónde podría encontrar aquello que perdí?”.
“Dirígete al bosque secreto. Allí encontrarás un sinfín de sueños, y quizá hasta puedas conocer a una cazadora de sueños que tenga alguno de sobra”.
Y así fue como el joven sin sombra dejó atrás su hogar para emprender un largo viaje hacia el bosque secreto que mencionó el aventurero. En las profundidades de este había sombras por doquier. Las nubes, las copas de los árboles e incluso los pájaros reflejaban sus sombras sobre el suelo mullido.
Día tras otro, el joven se aventuraba una y otra vez en aquel enredo de sombras. “Si las sombras esconden los secretos de las almas, quizá mi alma sea la única que no tiene secretos”, pensó. Así, un día se dio cuenta de que todos los sueños se habían mostrado ante él, y de que, aunque no tenía los suyos propios, así es como logró entrar en los sueños de otros.
En los sueños que vivió, se topó con pájaros que exhibían colores refulgentes y tigres de olores fragantes, pero no había rastro ni de la cazadora de sueños ni de algún “sueño de sobra” del que le hablaron. Puesto que cada ser que allí vivía tenía sus propios sueños y su propia sombra, el joven empezó a pensar que el aventurero le había engañado y que, igual que una sombra siempre tiene un dueño, nunca encontraría un sueño que no fuera de nadie.
Cuando estaba a punto de darse por vencido, la cazadora de sueños lo encontró. El fortuito encuentro ocurrió en la caracola de un sueño. Irrumpió en el final de dicho sueño en busca de olas níveas y brisas saladas, pero lo único que consiguió fue una triste sensación de vacío.
“Eres como esta caracola, un elemento que no pertenece a este bosque”.
Aquella voz era de una mujer. El joven pronto se dio cuenta de que se trataba de la cazadora de sueños de la que le había hablado el aventurero. Su sombra tenía cierta extraña textura moteada, como una cortina adornada con piedras preciosas.
“He estado buscándote”, dijo el joven. “¿Tienes algún sueño de sobra para mí?”.
“Los sueños son tan fugaces como el rocío de la mañana”, lamentó la cazadora. “Los sueños sin dueño no se pueden conservar durante mucho tiempo. Lo intenté en numerosas ocasiones, pero nunca pude evitar que se desvanecieran.
¿Ves? Los sueños son como esta caracola... Debemos marcharnos de aquí”. La cazadora agarró al joven de la mano y lo sacó de aquel sueño en el que ya no había ni olas níveas ni brisas saladas.
La mujer le contó incontables historias junto a un arroyo borboteante, y compartió con él el secreto para lograr adentrarse en los sueños. Entonces, la cazadora le advirtió con persistencia sobre los tabúes que existían acerca de los cazadores de sueños: estos debían tener cuidado de no mirar los sueños de otros, pues los secretos que aguardaban en su interior eran tan profundos como un pozo sin fondo.
“Las pesadillas son más capciosas de lo que podrías imaginar. Cuando descubran lo que hiciste, se duplicarán en cadena y te arrastrarán hacia la oscuridad. No podrás abandonar ese lugar sin luz, ya no podrás regresar jamás. Si esperas el tiempo suficiente, podrás discernir palabras con sentido entre sus crujidos, nombres antiguos que hoy en día simplemente vagan en los recuerdos que ya no pertenecen a ninguna parte. Has de saber también que allí no podrás pronunciar el nombre de ningún fallecido, o vendrán por ti...”.
“Antes creía que ustedes tampoco tenían sombra”, comentó el joven sin sombra. “Pensaba que los cazadores de sueños tampoco soñaban, y que por eso se dedicaban a cazar los sueños de otros”.
La mujer permaneció sin articular palabra mientras su sombra moteada se zarandeaba con la brisa nocturna como si de una hoja se tratase.
Sin embargo, el joven sin sombra sentía un ferviente deseo por escuchar su respuesta y, a pesar de que la cazadora de deseos había resguardado bien su sombra moteada, dio con la oportunidad idónea. A diferencia de los sueños de los seres que deambulaban por el bosque secreto, que se revelaban con las puertas abiertas de par en par, para acceder al sueño de la cazadora era preciso atravesar un estrecho camino escarpado.
Estaba convencido de que la cazadora ocultaba sus secretos en los sueños de otros, pero... ¿cuáles eran sus secretos? ¿Y en los sueños de quiénes los escondía?
El sueño de la cazadora tenía tantos niveles que el joven no tardó en perderse. Antes de que pudiera darse cuenta, ya era preso de una pesadilla.
“Hice caso omiso de la advertencia sobre los tabúes de los cazadores de sueños, pero aunque haya mirado el interior de ese pozo sin fondo, tampoco conseguí hallar una respuesta”, pensó el joven para sus adentros. “Ella me dijo que si esperaba el tiempo suficiente, podría discernir nombres entre unos sonidos... Si hago eso, quizás así averigüe a quién pertenece este sueño”.
Y entonces, dejó que las pesadillas lo arrastrasen hasta las profundidades, donde, tal y como le contó la cazadora, le esperaba una tierra donde no había luz alguna. Se concentró para escuchar aquellos lejanos sonidos con la esperanza de que estos le revelasen un nombre.
Pasó bastante tiempo hasta que por fin logró distinguir un nombre entre todas aquellas sílabas dispersas. Parecía un nombre hacia el que sentía una atracción especial, un nombre que no podía dejar de pronunciar.
Entonces abrió los ojos.
“Presencié una extraña escena”, dijo. “Vi a una mujer que irrumpió en mis sueños, que me los arrebató y desapareció, se llevó los secretos de mi alma, los cuales ni yo mismo conocía, y desde entonces no tengo sombra. Escuché que dijo eso, y que me llamaba...”.
“Ya lo sabes”, interrumpió la cazadora. “No debes pronunciar los nombres de los caídos. De lo contrario, vendrán por ti”.
La cazadora tomó asiento cerca del arroyo borboteante y su sombra moteada volvió a mecerse con el viento como lo haría una hoja.
“No es más que una historia sobre los muertos. Ya te conté muchos cuentos similares, pero hay muchos otros que todavía desconoces”.
Y así, la cazadora comenzó a contarle al joven sin sombra una historia que nadie había escuchado nunca antes.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

TopButton