La novela de la Calle del Ibis (III)

La novela de la Calle del Ibis (III)
La novela de la Calle del Ibis (III)NameLa novela de la Calle del Ibis (III)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La novela de la Calle del Ibis
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DescriptionDicen que una irremediable tristeza cae sobre aquellos que hacen llorar a la ameonna —comentario histórico de un tanuki.

Item Story

El cuento de la abuela Ame

Tras salir de la casa de Osen, giré a la izquierda y luego a la derecha por un callejón sinuoso hasta llegar a un patio húmedo, y después llegué a la casa de la abuelita Ame.
En su elegante patio, hasta las cigarras estaban en silencio. Solo se escuchaba el silencioso goteo de las gotas de agua en la fuente de piedra, acompañado por los rítmicos golpes del tubo de la fuente de bambú.
Hace mucho tiempo, en las montañas y los bosques donde los yokai podían llevar una vida despreocupada, la mujer que podía convertir la niebla en lluvia era una buena amiga de los tanuki y los kitsune.
Naturalmente, los yokai somos muy diferentes a los mortales. No tenemos problemas complicados que nos atormenten, ni tenemos cosas como el estatus o la clase social. Pero en las montañas envueltas en la niebla y la lluvia, la dulce ameonna siempre se las arreglaba para ganarse más respeto y adoración.
Pero más tarde, todos se habían sometido al Gran Gongen. Llegaron los buenos tiempos para los mortales, y los yokai vivían recluidos en diversos lugares, o eran objeto de destrucción y supresión... Fue entonces cuando la abuela Ame se trasladó a la Calle del Ibis. Como muestra de simpatía, la Sacerdotisa Kitsune del Gran Santuario Narukami le regaló esta mansión.
¿Qué tipo de pérdida y dolor llevó a la Suma Sacerdotisa a cuidar con tanto esmero de la abuela Ame? Esto me provoca mucha curiosidad.

Deteniéndome brevemente en el patio, observé la luna creciente balanceándose en el estanque mientras su voz sonaba suavemente en la fresca brisa nocturna.

“Mis disculpas por haberte hecho esperar tanto tiempo”.
Cuando me di la vuelta, vi a la ameonna de pie junto a la puerta. Estaba bañada por la pálida luz de la luna. Su largo vestido blanco brillaba con el resplandor del rocío, pero su joven y esbelta figura desprendía un aura melancólica de una época pasada.

Entonces, bajé la mirada y le entregué apresuradamente la gabardina que me dio Osen sin atreverme a mirar directamente a sus pálidos ojos grises.
Se rumorea entre los mortales que los ojos de la apenada ameonna tienen un tono gris marmóreo parecido al de una persona ahogada. Aquellos que se atrevan a mirar directamente a esos ojos afligidos se perderán para siempre en la incomprensible niebla de la lluvia.
Entre los mortales, no es más que una aburrida leyenda, pero para los yokai, “no mirar a los ojos de la apenada ameonna” es, de hecho, una regla no escrita de nuestro protocolo más básico.

“Gracias”.
La voz de la abuela Ame era tan suave y dulce como siempre, como el rocío de la niebla matutina.

No me invitó a entrar, ni compartió su historia conmigo.
Solo me entregó una caja de madera, pero eso es todo lo que necesitaba saber.
Así que, mientras la luna brillaba, abandoné el patio en silencio.

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