La novela de la Calle del Ibis (II)

La novela de la Calle del Ibis (II)
La novela de la Calle del Ibis (II)NameLa novela de la Calle del Ibis (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La novela de la Calle del Ibis
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DescriptionMi madre me enseñó que las mujeres hermosas son las mejores mintiendo. Por eso, si una mujer es bella como la luz de la luna, seguramente se trate de un kitsune o de una vieja y hábil bruja que se ha transformado en gato —comentario histórico de un tanuki.

Item Story

La historia de Sen

Hay otra calle angosta serpenteando el camino fuera de la casa de Yoichi. En esta calle habita una anciana.
Cuando la noche es oscura y la luna ha llegado a su cénit, los gatos despiertan de su letargo.
Se dice que los gatos que han vivido más de cien o mil años pueden transformarse en mujeres jóvenes, y suelen gastarle bromas a la gente, o agobiar a viajeros para saldar una venganza. Sin embargo, esto solo son ilusiones de la gente.
Los llamados “bakeneko” solo asumen la forma de una mujer joven cuando están enojados. La mayor parte del tiempo, prefieren transformarse en un anciano, ya que concuerda con su personalidad astuta y malhumorada. Además, con eso pueden atraer la amabilidad de los transeúntes.

“¡Oye, eso no es gratis!”.
Una joven alza la mirada al escuchar esa voz. Ha estado esperando encima del tejado por un largo tiempo. Su cara yace oculta en las sombras, y solo se distingue una tenue sonrisa y una luz dorada y esmeralda que emana de sus ojos. La luz de la luna permea en su vestido a lo largo de sus hombros expuestos, y se derrama en el dobladillo, enmarcando los contornos de sus largas piernas. Parece estar distraída, jugando con una espada de jade entre sus manos.

Esa anciana debe estar furiosa...

“Llegas tarde esta noche”.
“Por supuesto. L-lo siento”.

Unos mosquitos golpetean la linterna de papel, la cual en respuesta emite un tenue resplandor.
La luna trae consigo un viento húmedo que ahoga el chirrido de las cigarras.

Con el cabello suelto y una sonrisa extraña que provoca desasosiego, la joven hace girar la rueca.
Siendo una tanuki, solo puedo ser amiga de los tengu, pero no puedo evitar mostrar mi respeto ante un bakeneko. En fin, debería estar de rodillas disculpándome por mi transgresión.

“Bueno, basta. La tilapia aún está fresca, puedes ponerte de pie”.
Con esta figura de tanuki, es difícil para mí sentarme adecuadamente. La joven poco a poco se transforma en una anciana que lleva una sonrisa amable, pero enigmática.
“Gracias, Sen”.
“¡Llámame ‘abuela Sen’!”.

Fue un alivio.
Sin embargo, seguía teniendo una sensación extraña.

“Jajaja. Hablando de eso, ¿cómo le va a ese tonto?”.
*Ñam*... La abuela Sen engulle de un solo bocado al pescado entero, incluyendo la cola.

La historia de cómo cruzó camino con una tengu está llena de ironías. Yoichi ya ha contado este cuento desde su punto de vista, pero la versión de la bakeneko es totalmente distinta.

La abuela Sen no nació en este mundo, sino en uno en el que los mortales eran aún más violentos.
Una noche, en medio de un bosque de bambú, Sen fue capturada por un monje errante y vendida al shogun como una bakeneko.
Ella no tiene recuerdos de aquellos días, pero se pregunta por qué los poderosos soberanos de aquel mundo terrenal siempre la molestaban y jugaban con ella. Todos los días era forzada a clavar sus garras en los enemigos, o a jugar juegos absurdos en los que solo ellos se divertían.
Aquellos largos días tan molestos transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos, pues la vida de los monstruos es más larga que la de los humanos, así como su paciencia es mayor.

Eventualmente, cuando estalló la pelea entre el shogun y los rebeldes, Sen se transformó en un ninja.

“Esta parte de la historia es aún mas aburrida...”.
Al decir esto, la abuela Sen entrecierra los ojos y da un gran bostezo, al grado que su boca se estira hasta sus orejas.

Después, en la noche de la batalla marítima, el shogún tuvo un plan ingenioso...
Ordenó a la abuela Sen que se transformara en una bella mujer, y que montara un barco con un abanico dorado en mano para humillar a los rebeldes, para que no se atrevieran a acercarse. Y si llegaran a hacerlo, la bakeneko les enseñaría una lección sanguinaria.

Y entonces, Yoichi...
“Y entonces, esa tonta se irguió ante el resto, y dijo que podía derribar el abanico con una sola flecha”.
Entonces, esa tengu...
“... Resbaló, cayendo estrepitosamente al mar”.
Aquella gata anciana no podía parar de reír.

“Estaba tan ebria aquella noche, que pensó que el mar estaba bravo, pero en realidad solo había una luna fría y ni un soplo de viento”.
“En fin, nunca me había divertido tanto con ver a alguien así, y para no humillarla más, despedacé el abanico de papel yo misma, intentando contener mi risa... Entonces, un estruendo de vítores emergió de los barcos. Aún ahora me parece gracioso...”.

Entonces, aquella tengu extendió sus alas y subió a los cielos como una nube que cubre la luna para arrojarse sobre esa belleza de mujer...
“De pronto, perdió el control. Parecía más un erizo que una tengu, y cayó de nuevo al mar. Yo ya no podía contenerme más, y estallé en risas”.
Mientras reía, la abuela Sen sacó a la desafortunada tengu del mar. Sosteniéndola entre sus brazos, huyó con ella sorteando los barcos mientras reía sin parar.
La gente dice que cruzó ocho barcos en un parpadeo y desapareció en medio de la noche. Su risa aún podía ser escuchada tres días después de que la batalla hubiera llegado a su fin.

“No podía parar de reír, pero la sujeté con firmeza... Al pensar en su situación tan vergonzosa, más fuerte la sujetaba, ¡y más reía! Jajaja...”.
La bakeneko no paraba de reír.

“Y después me trajo a este mundo, ¡y me trataba como si fuera un trofeo!”.
El rostro de la anciana se hinchó y se transformó en el rostro de una jovencita resentida. Aun así, daba un poco de risa porque seguía roja de tanto reír.
“¡No soy ningún trofeo!”.

“En fin, quizás esa sea la razón por la que no viene a visitarme”.
La chica joven suelta un ligero suspiro, y sonríe con timidez.

“Deberías irte, jovencito. No te molestes en cerrar la puerta. Vuelve en la próxima luna llena”.
“Y no olvides llevarle este impermeable a nuestra vieja amiga”.

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