La leyenda de la espada solitaria (II)

La leyenda de la espada solitaria (II)
La leyenda de la espada solitaria (II)NameLa leyenda de la espada solitaria (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La leyenda de la espada solitaria
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DescriptionUna popular novela de artes marciales de Liyue. Una historia de amor y odio, de amistad y enemistad, que tiene lugar en un mundo sin elementos y alquimia. En este volumen, se relata la llegada de Jin 72 a la Aldea Tupi.

Item Story

Dicen que en esa tierra lejana, “Tupi” significaba “quemar la falsedad para descubrir la verdad”.

La Aldea Tupi se encontraba al pie de una montaña yerma que conectaba con el mundo exterior por un solo viejo camino, el mismo por el que iba Jin 72.

Los cielos se oscurecieron y el viento y la lluvia aullaron.

Jin 72 no guardaba ninguna relación con la Aldea Tupi, excepto la venganza, por lo que buscó al jefe de la aldea de inmediato.

Cuando la carreta finalmente se abrió paso a través del viejo y fangoso camino hasta la falda de la montaña, era completamente de noche y las nubes oscuras proyectaban una sombra hasta donde llegaba la vista, ocultando la luna. Jin 72 se refugió en las sombras, disolviéndose cuerpo y alma en la noche.

En esa noche profunda, la luz pálida y pura de la luna brilló sobre la cabeza del jefe de la aldea. La Aldea Tupi era bastante pequeña, pero su jefe no era una persona corriente. Nadie conocía su nombre ni su pasado, y nadie se atrevía a preguntar por ello.

Solo sabían que sus manos estaban manchadas de sangre, de un pasado tan rojo como sus ojos.

Eran rojos y penetrantes como una cuchilla que perfora el corazón de aquel a quien mira.
Del mismo modo, su carácter era frío como una puñalada directa al corazón.

“Ha llegado la hora”,
negó el jefe con la cabeza mientras hablaba consigo mismo. La fría luz de la luna bailaba sobre su cabeza calva.

Allí afuera, un demonio hambriento blandía una espada larga que derramaba sangre, masacrando a sus seguidores uno tras otro.
Aunque la Aldea Tupi estaba llena de gente malvada, las escuelas y las sectas tenían sus reglas, por lo que nadie se atrevería a actuar precipitadamente buscando venganza.
Pero Jin 72 no pertenecía a ninguna escuela o secta y, por lo tanto, no estaba sujeto a ninguna de esas reglas. No era más que un fantasma hambriento con solo una hoja afilada, sediento de la sangre de sus enemigos.

El viento y la lluvia acompañaron al estruendo de la batalla, de manera que el agua limpiaba el color carmesí que salpicaba al cuerpo del espadachín. Entonces, volvía a bañarse en la sangre de sus enemigos...

El espadachín carmesí avanzó en medio de una niebla rojiza. Muchas eran sus heridas, pero ninguna pudo detenerlo.

Cuando por fin la niebla se disipó en medio del diluvio interminable, el espadachín cruzó los charcos turbios y rojos bajo sus pies y se dirigió hacia la mansión del jefe.

——————

El estruendo quedó atrás, y solo entonces el jefe levantó una copa de vino y esparció el alcohol en el aire con un movimiento rápido.
Quizás era para brindar por la reunión predestinada que se avecinaba, o como un ritual por su alma corrupta.

Se abrieron las puertas. Era Jin 72. El color rojo de su cuerpo contrastaba con los cegadores elementos grises del exterior.

“Tengo una pregunta para usted, jefe”.

“Ha tomado la vida de muchos de mis hombres”.

“Trescientos sesenta y dos, para ser exactos. Ni más, ni menos...”

El jefe no dijo nada y su rostro permaneció inmóvil, pero la vena palpitante de su sien delataba su ira interior.

“Ah, sí, y un perro”.

Dicho esto, con un solo movimiento, Jin hizo que algo cayera encima de una caja de vino...
Era un hueso del perro que custodiaba la puerta. Hacía tiempo que había sido cocinado y devorado hasta no dejar nada.

En media hora, Jin 72 no solo había acabado con las vidas de trescientos sesenta y dos hábiles hombres, sino que incluso había convertido al perro guardián en estofado.

¡Qué crueldad!
¡Qué atrocidad!

El jefe de la aldea dejó escapar un grito de horror. Se puso en pie y desenvainó su espada.

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