La leyenda de la alabarda fragmentada (IV)

La leyenda de la alabarda fragmentada (IV)
La leyenda de la alabarda fragmentada (IV)NameLa leyenda de la alabarda fragmentada (IV)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La leyenda de la alabarda fragmentada
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Description“Cálmate, hijo mío. Escucha, Mir: yo no soy tu verdadero padre...”
“¡Noooooo!”.
El Ministro de Banquetes Imperiales era, en realidad, Khan el Asura, procedente de Jotunheim. Huir de la capital no fue más que un acto en colaboración con el Maestro de Ceremonias y el Gran Secretario para proteger a la hija de Shenxiao, Emperador Celestial.
“El difunto Shenxiao, ahora llamado Contra Mundi, fue una vez un querido amigo mío. Pero, ahora que sé que la has invocado, todos mis deseos se han cumplido”.

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«El plan maestro»
Ni los monjes o los Adeptus habrían sabido qué hacer ante tal situación.
“Esta es la Espada de la Llama, conocida como «Katakugosha». Fue fabricada a partir de un fragmento de la Alabarda Divina cuyo propósito era servir como ofrenda en un ritual Dharani del reino del fuego para ahuyentar a los malos espíritus. Ah, perdón... Para que Su Majestad lo entienda, está hecha con las runas del reino del fuego, uno de los nueve reinos de la runa del Rey de los Dioses”.
¿Cómo podía mostrar tal dominio de la espada este guerrero que se dirigía hacia el oeste? La mayoría de los que habían sido despojados de su inteligencia por una Espada Ominosa pierden su instinto de lucha y olvidan lo que han aprendido de artes marciales.
Mientras jadeaba en medio del abrasador aire caliente, Weiyang se intentó curar el brazo que se había roto. Normalmente, sus habilidades le permitían reparar huesos rotos, pero esta vez las inextinguibles llamas de su herida ardían implacablemente.
A medida que perdía sangre, la vista se le nublaba. Mir se puso delante de ella para protegerla.
“Debes tener muchas preguntas. ¡Bien, te lo contaré todo! Maté a tu padre porque trató de detener la resurrección del Rey de los Dioses. Y la razón por la que soy capaz de controlar las runas de fuego, en lugar de ellas a mí, es porque...”
El guerrero del este levantó la Espada Ominosa. “Es porque soy la encarnación de un Guerrero de Caza Celestial...”
Cuenta la leyenda que, antes de que el Emperador Celestial fuera a la guerra contra los Asura, seleccionó a los soldados de tres reinos para que se convirtieran en su ejército celestial después de la muerte. A veces, las inclemencias del tiempo en el pantano les frenaban con tornados cuyas nubes tormentosas los rodeaban. Los habitantes de los pantanos decían que estos soldados del ejército celestial estaban cazando nubes celestiales.

“¿C-Cómo es posible?”. Una expresión de incredulidad se dibujó en el rostro del guerrero cuando la Espada Ominosa entró en contacto con su objetivo, que le hizo un corte desde el omóplato hacia abajo del cuerpo.
Entre todo aquel caos, Mir sacó la espada que su padre le había dejado como herencia. Lo hizo más como un gesto de desafío que un intento genuino de defenderse. Él no lo sabía, pero esta era la espada más maldita de todas, la que una vez prendió al mundo entero en llamas: Laevatain. Si las runas eran el mayor misterio del reino del fuego, Laevateinn era su más pura, invariable e inextinguible realidad.
La espada, cuyo fuego se extinguió después de que el mundo ardiera en llamas, ahora había absorbido la runa del reino del fuego y volvía a arder con un brillo resplandeciente.

“El mundo entero... destruido otra vez...”, dijo Weiyang mientras caía al suelo inconsciente.

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