La leyenda de la alabarda fragmentada (II)

La leyenda de la alabarda fragmentada (II)
La leyenda de la alabarda fragmentada (II)NameLa leyenda de la alabarda fragmentada (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, La leyenda de la alabarda fragmentada
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DescriptionMir, que accidentalmente emprendió el viaje para recuperar las Espadas Ominosas, se topó con una gran crisis antes de que su aventura comenzara. La élite de la Guardia Imperial y la Escolta Imperial fue asesinada por enemigos que poseían las Espadas Ominosas. Ante tal inminente peligro, Mir recordó un hechizo que le enseñó su padre cuanto trabajaba para la Corte de Banquetes Imperiales. Cuenta la leyenda que el Emperador Celestial tiene una hija pequeña cuyo nombre no era conocido en la tierra. La niña, que había poseído el cuerpo de Weiyang, reveló su apariencia ante el mundo entero. ¿Quién prevalecería? ¿Los portadores de las Espadas Ominosas, ahora convertido en demonios feroces? ¿O Mir, que apenas podía defenderse bien en combate?

Item Story

«El cuerpo poseído»
“¡Mmm! ¡Delicioso!”
Ahora que el espíritu había poseído su cuerpo, Weiyang tenía un aspecto mucho más dulce y gentil. Dio un pequeño mordisco a una de las tortillas de Mir, pero estaba demasiado caliente, así que, en un intento por evitar quemarse la lengua, se sacó la comida de la boca y jadeó frenéticamente. A decir verdad, lo hizo de una manera muy adorable.
“¡Estoy lleno! Voy a descansar mientras me baja la comida”. Mir, que había renunciado a uno de sus globos oculares para apaciguar al espíritu, se sirvió otra tortilla y preguntó: “¿Me lo podrías repetir, por favor?”
“Muy bien. El «meteorito» era, en realidad, una Alabarda Divina que fue cortada en pedazos por un plebeyo y convertida en nueve espadas malditas: las Espadas Ominosas. Esta es la Espada de la Bruma. Hasta ahora, he conseguido tres en total”.
“¿Y tú eres...?”
“Fui la hija del Emperador Celestial, pero hace mucho que olvidé mi nombre. Estuve a cargo de celebrar juicios y dictar sentencias. Era juez, como se dice en tu lengua”.
Como la Corte de Banquetes Imperiales era responsable de los sacrificios y las ofrendas, el padre de Mir lo había obligado a aprender hasta el último detalle y palabra de cada ritual conocido de la corte. Debido a que la mayoría involucraban encuentros con poderes extraños y deidades con muy mal humor, él también sabía bien cómo tratar con ellos. Por ejemplo, sabía que las deidades tendían a proteger sus nombres, ya que conocerlo le permitiría al humano que lo descubriera ejercer un control absoluto sobre ellas. Por ello, no le convenció el hecho de que no supiera su propio nombre.

“Entonces, ¿la corte quiere recuperar las espadas para reconstruir la Alabarda Divina?”, preguntó Mir mientras trataba de aceptar esta posibilidad.
“No lo sé. La dueña de este cuerpo no sabe nada más. Solo está... realmente enojada. Quiere demostrar su valía”. Weiyang se llevó una mano al pecho.
“¿Y cuál es el siguiente paso? ¿Tengo que realizar algún tipo de ceremonia de despedida para ti?”. Mir se acarició el ojo vendado y sin vista. “¿Y luego recupero mi ojo?”

“Dame un nombre”. La mujer levantó la cabeza, ajena a las migajas de tortilla que tenía en los bordes de la boca.
“¿Pero qué dices? Los exámenes del funcionariado imperial los supervisa personalmente el propio Emperador. ¿Cómo reclamaré el puesto de mi padre con un solo ojo?”
“Yo también tengo cosas que recuperar, como las piezas restantes de la Alabarda Divina”, respondió ella. “Si no lo hago, el mundo entero arderá en las llamas del infierno”.
Mir fijó su mirada en ella sin decir nada.
“No tienes por qué venir conmigo, pero, por la seguridad de todos los seres de este mundo, ¿te parece bien si de momento me quedo yo con tu globo ocular?”

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